lunes, 19 de agosto de 2013

Bajo los cuerpos y los gestos.

“Esos gestos traen recuerdos de otros paisajes, otros tiempos en los que una suerte mejor me conoció…”
Recuerdo, Ismael Serrano
“Me ha hecho falta ir a Chatila para captar la obscenidad del amor y la obscenidad de la muerte. Los cuerpos, en ambos casos, no tienen nada que esconder: posturas, contorsiones, gestos, expresiones, incluso los silencios pertenecen a uno y otro mundo.”


Cuatro horas en Chatila, Jean Genet.

Bosqueja esa canción la arquitectura de aquella memoria: simulación de ese recuerdo.
¿Cuál es esa mirada que se entreabre en los parpados, cuál el ensueño aterrador de la ausencia?
Las seductoras obscenidades de Genet no esconden el gesto de la muerte que reposa en un lenguaje traidor de evocación, en la representación voraz de una realidad de experiencias pasadas: renovaciones de una ficción de vuelta atrás.
Adelante, las señales sucesivas del eterno retorno: letanías, lontananzas…
Fugas del presente, recorridos atávicos.
Y los silencios no callan, ni en este, ni en otro mundo.
Ellos son perturbadores silenciosos, areneros de pesados sueños, fabricantes de pesadillas mudas… rostros pálidos, lenguas hinchadas, barrigas distendidas y  nervios asechando miedos.
Todas las formas que figuran el objeto de obscenidad y deseo adoptan un espantoso gesto cuando se revela el soliloquio que invoca su presencia.
¡La imagen habituada al cuerpo imaginado¡
Imaginación minada, campo de batalla de las ruinas de la memoria.
Esos rostros se confunden entre el ideal y la desilusión, el amor y su mortaja…
Una mirada a la ausencia del vagabundeo de no retorno que anhela el regreso triunfante; una repatriación después del destierro voluntario.
En este punto, es mejor imaginarse bajo los cuerpos y los gestos inmortalizados en la narración de sus torsiones y contorsiones -donde cobran vida-, olvidándonos del hedor con que nos abruman sus órganos.

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