jueves, 3 de octubre de 2013

Yo también lo he pensado.

Todos los descubrimientos terminan por encubrir algo; parece la más grande paradoja de la humanidad, pero es una simple regla de la memoria… cómo funciona el tiempo y el espacio en la idea de la muerte? Es un interrogante que no lograremos despejar fácilmente; si alguna vez algún hombre pensó que las matemáticas serían el lenguaje universal para cifrar, y luego, descifrar el mundo, encubrió una terrible verdad… sí, una verdad excepcional, es decir, sin excepciones: la muerte como única ley universal que se ha cumplido desde el primer nacimiento.

Clement fijó su mirada en la vitrina de un pequeño local. Ella entabló un dialogo telepático con su reflejo, yo en cambio di un vistazo de curiosidad, y más allá del reflejo de Clement descubrí señales del paso del tiempo en las mutilaciones, grietas…sobretodo en la expresión vacía de la postura gris de los maniquíes que disputaban un lugar privilegiado en aquel espacio. Creo, haber repasado aquellas señales en un segundo: paredes rotas, la frente de Clement, ladrillos roñosos, calles agrietadas… fisuras, líneas inconexas, ríos secos… la vejez no puede ser lo mismo que la corrosión!  No somos maquinas oxidadas… pero ¿el olvido? ¿el abandono? No es necesaria la vejez para que suceda!...

Hace tanto que no me atrevía a verme en el vidrio de un escaparate… de verdad, no disimulé. Estoy segura, debió observarme todo el mundo! Claro, todos menos Ernest… La imagen de la mujer se ha formado, en su mayor parte, por lo que informan las siluetas de las vitrinas de los pequeños y grandes locales comerciales.

La primera vez que me sentí atraída por mi propia imagen, ella estuvo algunos segundos expuesta en un local de elegantes maniquíes del Gran Centro Comercial del Parque; fueron pocos instantes, pues me sentí descubierta por una silueta extraña, luego intenté reconocerme entre las miles capas silueteadas de una multitud de figuras, incluidas las líneas inertes de maniquíes gesticulando muecas de satisfacción. Finalmente, me abrumaron las miradas, mi propia mirada y otras… De ahí en adelante la fusión de Clement con aquella silueta iniciaría un largo camino narcisista. Si bien la silueta era incapaz de cobrar vida, en cambio, cobró movimiento y se adaptó al tiempo. A los 40 esa imagen que había formado de mi misma no era más joven que yo; de hecho, empezó a consumir desmedidamente el tiempo, mi tiempo. En esa época Ernest sacó algunos libros viejos que había leído durante su carrera de literato en esa dichosa Universidad Nacional de Filosofía y Letras. Entre aquellos libracos me llamó la imagen de uno en particular, cuya caratula medio amarillenta parecía haberse salvado de un incendio y en la mitad el retrato de un hombre con la mirada evadida, como si no quisiera ver al frente, al posible lector pensé. Este hombre estaba enmarcado por un ovalo que parecía un espejo, luego supe era un retrato: “el retrato de Dorian Gray”.

Después de enfrentarme a semejante historia, luego de penetrar aquel mundo de una codiciada eternidad… anhelé aquella eternidad y al contrario del señor Gray, cuando llegó esa idea a mi mente mi belleza se había disuelto en las miles de vitrinas donde quedó impreso el halo de mi propia persona, y con este la posibilidad de soñar con la eternidad. Ernest, habría escrito algunos libros… yo, me dedique a engrosar las galerías de imágenes de mostrador… ahora me he vuelto a ver en un insignificante vidrio del Centro. Lo he hecho para reclamar por primera vez lo que me pertenece, mi propia imagen. Deseo entablar un dialogo con la eternidad, entender la belleza… y eso sólo llega con los años, con las fisuras, las grietas y los vacíos con que la memoria, escultora del tiempo, pule la verdadera figura con la cual te has de entregar a la eternidad de la belleza y su muerte.

miércoles, 2 de octubre de 2013

LECTURAS PARANOICIRTICAS FASE XXII

Despierto sin orbita, sin bitácora y me encuentro con ese rostro endurecido, firme
dirigiéndome la mirada y una acuciosa palabra:
¡Levántate!
En el borde del lecho invisible se balancea la bailarina, agitando su cuerpo al compás de la
música que palpita en la borrasca de sangre que me hace sentir vivo
Luego, una cascada me devuelve el aliento y el cansancio espera impaciente en la puerta para
darse un baño
Soy palabras; soy metáfora; soy el bichito que reposa en tu hombro atraído por los destellos
de esa mirada impenetrable, de ese espejo en el que se atrapa el amor propio
Empieza el recorrido por la curvas y las caderas queriéndome estrellar con tu ombligo y
recuperarme en tus senos y que me acaricies como a un felino de ojos negros y corazón blanco
Y ella que indaga ¿Quién eres tú?
Y la melodía que pone en duda ¿Un Ángel o un Demonio?
Y las sonrisas que nos delatan
Y los besos que nos confunden y nos arrebatan el pensamiento…
¡Ahh! Sigamos mirando a la felicidad que dobla la esquina y se pierde por el retrovisor de este
autobús que filtra el polvo que se lleva tu imagen lejos de mí
¡Increíble! Aún no hemos visto la tierra firme y produces tantas metáforas que me haces ser de
nuevo un poeta…
Aunque intuya que para vos yo sólo sea un diablo bohemio con un par de palabras bonitas con
que llenar ese abismo que me acompaña.